jueves, 25 de septiembre de 2008

La realidad esta escrita en un papel de fumar (microrelato)

La familia de la victima tuvo que escuchar todo tipo de cosas en el juzgado. La madre se tapaba de vez en cuando los oídos y el padre la miraba con compasión. El niño había sido violado y el violador ocupaba un lugar central en la sala. Mejor dicho, el violador ocupaba un lugar central en el circo mediático y en la sala y en la vida de la mujer aturdida que se tapaba alternativamente los oídos y los ojos. Vamos, su centralidad era incuestionable.
Llego el momento de las pruebas y de las peticiones por parte de los abogados y la madre contó como contactó con ese canguro que resultó tener apetencias extravagantes y delictivas. Lo ví en el periódico, dijo la madre entre sollozos. Decía que tenia referencias y que tenia –volvió a sollozar- una gran experiencia con niños

lunes, 22 de septiembre de 2008

La dignidad a cuatro patas (o Guantánamo y los hombres del mono naranja)


Dos son los acontecimientos que me limitaré a narrar, y que ocurren en un breve espacio de tiempo

Me desplazo a la ciudad condal para grabar unas entrevistas con distintas personas que participan con la universidad en su programa de cultura. Con algunas de ellas realizo unas entrevistas estupendas y otras muchas me dejan un sabor de boca agrio, pero eso es un tema aparte. Mis amigas Marta y Vivi, que coincido con ellas en Barcelona, me dicen que soy parte de callejeros y puede ser que tengan razón. Pero como digo, eso es un tema aparte.

Una de las personas que grabo es a un catedrático de filosofía. Nacido en una isla vecina, da clases de estética en la Universidad Pomeu-Frabra, un elitista centro de saber impulsado por el elitista afán de Jordi Pujol. Es una persona afable que vive en un piso luminoso y bien amueblado. Grabamos la entrevista en su estudio, forrado de libros y frente a un mac de 24 pulgadas. Cuando termino, me regala a mi y a mi acompañante –digamos que a mi ayudante de camara- una cajita de caramelos donde en la portada aparece una caricatura de George W. Bush. Es contra la campaña de los republicanos, me dice riendo.

Quedan unas horas para que deje atrás el bullicio de la gran ciudad y regrese a la placidez mallorquina. Decido que esas horas las dedicaré a ver algo que me resulte interesante, pese al agobio de tener que cargar con una cámara y un trípode, y me decanto por el Centro de Arte Santa Mónica. Varias son las razones que me impulsan a hacerlo. La primera de ellas es que es un espacio que no conozco, a diferencia del MACBA, que lo visité hace unos años, en un primer viaje a BCN. Y la segunda razón es que la exposición que mantienen actualmente en cartel me interesa; es una exposición donde Alicia Framis juega con Guantanamo hasta convertirlo en museo. Bueno, pienso, me perderé la exposición de Nancy Spero, pero en la vida es necesario tomar decisiones y además no se puede estar en misa y repicando
(siempre fui un loco enamorado de los refranes, permitidme meter uno en este corto espacio de mala prosa)
Asi pues, decidido; ¡Adios Nancy, hola Alicia!

El CASM es un espacio abierto, infinito, con multitud de posibilidades, Al menos a mi me lo parece. No creo que su director opine lo mismo, no se. Creo que sus ampliaas salas están mal aprovechadas. La exposición que ocupa todo la planta baja es la de Framis. En el centro de la misma cientos de cascos saludan al espectador. Son cascos cortados, que dan una imagen de fragilidad que contrasta con la imagen de dureza que se les supone. Y lo único que se escucha es una letanía de nombres de los presos de Guantánamo: Yusuf, Ibraim, Mohamed…

Hay más cosas. Con los cascos, Framís pretende montar un museo del horror. Guantánamo es materia de museo. Todo horror es museizable. Los jabones, los vasos, las llaves, todo el material que atesora ese gran centro de tortura pueden convertirse, -un día o por un día-, en material para una vitrina, en elementos de un museo ficticio. Incluso los archiconocidos monos naranjas son reinterpretados por diseñadores contemporáneos. Adquieren un volumen que no tenían y sirven de inspiración macabra. Guantanamo es asumido, de esta forma, por nuestra sociedad contemporánea. Se convierte en museo, en una parte más y se “dignifica epidérmicamente”, y queda neutralizado el dolor de las victimas. Es un elemento más de este mundo que nos toca vivir y donde todo es materia expositiva, donde no sólo se vende la privacidad propia al papel cuché, sino que también se vende la privacidad ajena mientras se nos devuelve una imagen del dolor tapizada en rosa.

Me acerco a los cascos. Pienso en la rara sensación que debe de producir llevar uno de esos cascos seccionados. Me meto la mano en los bolsillos y entorno los ojos, supongo que para parecer un poco más intelectual, y palpo el frio de la cajita metálica. Saco la caja de caramelos y ahí esta él, mirándome con ojos simiescos; George W. Bush. Al fondo del dibujo, las estrellas de la bandera americana se precipitan. Y mientras tanto continua la letania de nombres, uno tras otro, cada uno ocultando una historia que no conozco y que tal vez nunca conoceré. Él me mira desde la caja de caramelos. Y yo participo del papel del espectador moderno; abrir una cajita de metal, para coger un caramelito de naranja, y después salir de la exposición con un mal sabor de boca, y volver a meterte un caramelito de naranja, y después marcharte en un avión a ochocientos kilómetros por hora a casa a descansar un ratito.